¿Fue el franquismo un régimen fascista?
El régimen de Franco, que se instauró después de la guerra civil española, fue una dictadura que se extendió desde 1939 hasta 1975. Generalmente, se la identifica como un régimen fascista a causa de sus similitudes con las grandes ideologías fascistas de la época, y de la relación relativamente cercana que mantuvo con la Alemania nazi y la Italia de Mussolini.[1] De todas formas, hay historiadores que no están de acuerdo con esta visión, como Griffin,[2] que argumenta que era la Falange original, fundada en 1933, la que puede ser considerada fascista, pero no el régimen.[3] Las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS), fundadas por Ramiro Ledesma Ramos, se le unieron en 1934 porque tenían pocos recursos; sin embargo, en 1935, Ledesma fue expulsado por intentar provocar una escisión ideológica dentro de la organización.[4] Griffin considera que José Antonio Primo de Rivera fracasó en su objetivo de juntar fascismo y unidad nacional, que Ledesma ya había criticado por ser demasiado mimético al modelo fascista italiano.[5] Es importante recalcar que la Falange estaba marcada por ciertas contradicciones; el movimiento se debatía entre el nacionalismo revolucionario y el tradicionalismo cultural y religioso de la derecha radical española.[6] Este es el legado que se encontró Franco, el cual se interesó por la Falange después de que empezara la Guerra Civil.[7] El partido estuvo marcado desde los inicios por las discrepancias ideológicas internas, y se transformó en un icono característico de la dictadura franquista, pero ¿fue realmente fascista este régimen?
En primer lugar, deberíamos definir qué entendemos por fascismo. La ideología, que floreció en medio de las complejas consecuencias políticas y sociales de la primera guerra mundial, era una opción política contrarrevolucionaria que requería una base social amplia y que había sido impulsada tanto por la aversión al comunismo como por la crisis de la democracia liberal.[8] Según Griffin, el objetivo del primer fascismo, el italiano, era crear una nueva nación «moderna que desarrollara una nueva civilización y un «hombre nuevo», conservando solo algunos aspectos tradicionales vitales y útiles, y renovando la economía, la tecnología, el sistema legal e institucional y la expansión nacional.[9] La ideología, marcada por los conceptos del nacionalismo excluyente, el vitalismo, la fuerza y el dinamismo,[10] se traducía en el heroísmo, el gusto al riesgo, el patriotismo y el culto a la fuerza, al cuerpo, a la juventud y a la violencia,[11] siguiendo la idea de que el fin justifica los medios.[12] El totalitarismo, centralista y homogeneizador, intervenía en todos los ámbitos de la nación: la sociedad, la educación, la cultura, la religión y la economía;[13] se consideraba que solo había un líder incuestionable, que encarnaba las virtudes de la raza y era considerado un «salvador». [14] Como dice Josep Pich: «Para los fascistas la veracidad de su doctrina se basaba en la unión casi mística entre el pueblo y su caudillo»” , [15] y esto se conseguía apelando a las emociones y sentimientos populares de superioridad de los ciudadanos a través de ceremonias simbólicas y de grandes discursos de un partido único, que eliminaba a los rivales en llegar al poder.[16] El fascismo se basaba en la movilización dinámica de sus seguidores, que se conseguía enalteciendo una política exterior agresiva basada en «superioridades raciales y/o culturales». [17] La autarquía, el intervencionismo estatal y el proteccionismo caracterizaban el modelo económico fascista, ya que el estado «tenía que estar preparado» para las guerras que libraría en su política exterior agresiva para construir grandes imperios.[18] Para los fascistas, el estado y la nación superaban los intereses de las clases sociales y, en consecuencia, a través de la unificación nacional crearían una sociedad sin divisiones entre privilegiados y oprimidos.[19] Uno de los objetivos del fascismo era sustituir el cristianismo tradicional por un concepto diferente de Dios y de la trascendencia. Así pues, instauraron una ley ajena a la religión con nuevos conceptos de naturaleza y sociedad,[20] siendo el mito de la nación el fundamento principal de la ideología[21].
Al acabar la guerra, el bando nacional integraba a africanistas como Franco, que anhelaban restaurar el «pasado glorioso» español a través de actos como conquistar Marruecos, fascistas como los falangistas, carlistas, monárquicos conservadores y nacionalistas españoles; en definitiva, proyectos políticos relativamente antagónicos, que se subordinaron a Franco[22] y a la Falange, a la cual el militar se había acercado recientemente. El fascismo de la Falange se podía convertir en un movimiento de masas unificador y militarista básicamente por la «flexibilidad doctrinal del fascismo», que permitía incluir las premisas de otros movimientos, como el católico.[23] En primer lugar, el hecho de que el falangismo llegara al poder a través de un golpe de Estado lo diferenció de los demás regímenes europeos donde se instauró el fascismo, los cuales se impusieron a través de «métodos políticos insurreccionales no violentos».[24] En el caso español, los falangistas dependían de Franco,[25] y quedaron subordinados a los militares insurgentes y contrarrevolucionarios que lideraron y pusieron en práctica el golpe de Estado.[26] El régimen no lo dominaban los fascistas originales de la Falange;[27] de hecho, el partido se renombró como Falange Española Tradicionalista para integrar a los carlistas. Lo que es destacable es que incluso algún falangista de la primera etapa del franquismo quiso diferenciar entre este último y el fascismo.[28] Como Borja de Riquer expone, el régimen franquista estaba marcado por el oportunismo y por la «capacidad camaleónica» de Franco.[29] Aunque el régimen se autocalificaba de totalitario, algunos de sus seguidores, como Armando de Miguel, distinguieron entre totalitarismo y autoritarismo, atribuyeron por lo tanto el segundo al régimen franquista. Joan Martínez Alier y Joan Linz diferencian el autoritarismo en el sentido de que permite un pluralismo limitado, como el de la presencia de las diversas fuerzas sociales y familias ideológicas que se integraban, en menor o mayor medida, en el franquismo.[30] En los otros regímenes fascistas hubo discrepancias, pero no tan marcadas por un antagonismo «entre culturas políticas irreconciliables» como en España, donde chocaban los falangistas, los carlistas, los partidarios de las JONS…[31] Sin embargo, el franquismo tenía similitudes con el fascismo italiano y el nazismo; se caracterizaba por la concentración de poderes en manos de un «caudillo», por la unidad nacional y la «unidad social» a través del ¨Fuero del Trabajo» de 1938 basado en el modelo italiano,[32] el Sindicato Vertical y un partido único, la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. De todas formas, el nacionalcatolicismo era una idea que no formaba parte de los «grandes» regímenes fascistas europeos.[33]
A partir de 1941, podemos hablar de un proceso de desfascitización. Empezó con las crisis políticas de mayo de 1941 y setiembre de 1942 entre falangistas y otros franquistas,[34] que culminaron con la destitución del ministro de exteriores Serrano Suñer, partidario de la alianza con la Alemania nazi. En consecuencia, en 1957 los militares y los tecnócratas católicos se opusieron rotundamente a la propuesta falangista de transformar el Movimiento en un partido único que controlase la mayoría de los procedimientos políticos del régimen.[35] Franco, presionado por la caída de los fascismos europeos durante la segunda guerra mundial, organizó elecciones municipales «orgánicas» en España en un falso proceso de apertura política,[36] una «operación cosmética encaminada a ser aceptada entre las potencias occidentales» [37]. Además, el régimen pasó a definirse como una «democracia orgánica», «consolidada» a través de la aprobación de unas leyes fundamentales. Se crearon unas Cortes corporativas sin capacidad legislativa, el Fuero de los Españoles (1945), la Ley del Referéndum Nacional (1945) y se constituyó España como un «reino».[38] Durante los años cincuenta, el proyecto de Arrese de intentar implementar nuevas leyes fundamentales para recuperar el peso político de la Falange en el régimen fue rechazado por los demás sectores del franquismo y, finalmente, por el propio Franco.[39] A partir de entonces, se empezaron a fomentar valores como el desarrollismo, el europeísmo, el consumismo y la eficacia, que despolitizaron poco a poco la sociedad, desmantelando la autarquía económica, abriendo España al neoliberalismo y alejando la FET JONS de la efectividad política, transformándose esta última en una herramienta más burocrática que ideológica.[40] En 1958, los Veintisiete Puntos de la Falange fueron sustituidos por los diez «Principios del Movimiento». [41] Entre los años cincuenta y sesenta empezaron a aparecer gobernadores tecnócratas de inclinación más católica e incluso del Opus Dei, como Carrero y López Rodó.[42] Falangistas como Solís intentaron volver a «sindicalizar» el Movimiento a partir de 1963, sin éxito,[43] ya que los tecnócratas pretendían integrarlo en el gobierno, y no al revés.[44] Aunque a finales de la dictadura volvió a intentar resurgir, el fascismo de los falangistas no volvió a tener relevancia.[45]
Franco, como oportunista, utilizó el fascismo de la Falange para instaurar un movimiento de masas que comprendía ideologías casi antagónicas a este.[46] La fascitización de los primeros momentos del franquismo cambió radicalmente a causa de la caída de los «grandes» fascismos europeos en la segunda guerra mundial y de las discrepancias ideológicas internas que caracterizaron al franquismo. El falangismo, que siempre dependía de la voluntad de Franco, perdió peso enfrente del corporativismo burocrático, autoritario e inmovilista católico desde principios de los años cuarenta.[47] Así pues, la Falange, y más tarde la FET de las JONS, ganó fuerza porque los militares lo utilizaron como una herramienta ideológica, aunque el pensamiento fascista de sus miembros originales nunca se puso realmente en práctica, y fue perdiendo fuerza a medida que el partido se adaptaba al régimen y, este último, a la situación internacional. Podríamos decir que la Falange dejó de ser estrictamente fascista cuando se renombró como Falange Española Tradicionalista; de hecho, como hemos comentado, algunos falangistas de la etapa anterior no identificaron este nuevo partido como fascista.
Referencias
[1] payne, S., Fascismo y modernismo- reseña. Revista de Libros, 2008, (134).
[2] Ibidem.
[3] payne, S., ¿Fascismo en España?- reseña. Revista de Libros, 2006, (120).
[4] Ibidem.
[5] Ibidem.
[6] Ibidem.
[7] payne, S., El fascismo paradigmático- reseña. Revista de Libros, 2012, (181).
[8] pich mitjana, J., Les Dues Guerres Mundials I El Període D’Entreguerres (1914-1945). 2.ª ed. Barcelona: Universitat Pompeu Fabra, 2012, pp.426-429.
[9] payne, S., Fascismo y modernismo, 2008
[10] pich mitjana, J., Les Dues Guerres Mundials I El Període D’Entreguerres (1914-1945). 2.ª ed. Barcelona: Universitat Pompeu Fabra, 2012, pp.426-429.
[11] Ibidem.
[12] Ibidem.
[13] Ibidem.
[14] Ibidem.
[15] Ibidem.
[16] Ibidem.
[17] Ibidem.
[18] Ibidem.
[19] Ibidem.
[20] payne, S., Fascismo y modernisme, 2008.
[21] Ibidem.
[22] Pich Mitjana, J., Les Dues Guerres, 2012, pp.579.
[23] Ruiz-Carnicer, M.,Falange. Zaragoza: Institución Fernando el Católico (C.S.I.C.), 2013, pp.81-82.
[24] Payne, S., ¿Fascismo en…, 2006
[25] Ibidem.
[26] Ibidem.
[27] Payne, S., El Fascismo. Madrid: Alianza Editorial, 2014, pp.95-97.
[28] Estivill, J., Europa A Les Fosques. 1.ª ed. Barcelona: Icaria Antrazyt, 2018, p.22.
[29] Ibidem.
[30] Estivill, J., Europa…, 2018, p.25.
[31] Ruiz-Carnicer, M., Falange…, 2013, p.86.
[32] Estivill, J., Europa…, 2018, p.62.
[33] Risques Corbella, M., 2La dictadura franquista. Reflexão e Ação, Santa Cruz do Sul, 23(2), 2015, pp.170-197.
[34] Payne, S., El fascismo paradigmático…, 2012.
[35] Ruiz-Carnicer, M., Falange…, 2013, pp. 95-97.
[36] Ruiz-Carnicer, M., Falange… , 2013, pp. 111-112.
[37] Ruiz-Carnicer, M., Falange…, 2013, pp. 127-128.
[38] Risques Corbella, M., La dictadura…, 2015, pp. 170-197.
[39] Ruiz-Carnicer, M., Falange…, 2013 pp. 122.
[40] Ibidem.
[41] Payne, S., El Fascismo…, 2014, pp. 95-97.
[42] Ruiz-Carnicer, M., Falange…, 2013, p. 122.
[43] Ruiz-Carnicer, M., Falange…, 2013, p. 123.
[44] Ruiz-Carnicer, M., Falange…, 2013, pp. 127-128.
[45] Ruiz-Carnicer, M., Falange…, 2013, p. 397.
[46] Ruiz-Carnicer, M., Falange…, 2013, p. 79.
[47] Estivill, J., Europa…,2018, p. 25.
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