La educación espartana: creando guerreros

Es muy probable que desde sus orígenes el ejército espartano se organizase en base a las tres tribus: Panfilos, Hileos y Dimanos y más tarde, su estructura militar se realizó según la organización territorial basada en las cinco Obai. A partir del año 669 a.C., con la derrota de Hísias, fue cuando Esparta modificó y fortaleció su ejército, basándose en tres puntos fundamentales: la educación moral y la disciplina del guerrero espartano; el aprendizaje y puesta en práctica de las nuevas técnicas de guerra, y el aumento en número de ciudadanos adiestrados y disponibles para servir en el ejército. Todos los espartiatas estaban unidos en el mismo ideal, eran los Homoioi (los iguales). De esta forma, con una prefecta organización, preparación y férrea disciplina, se formó el ejército más poderoso del mundo griego.

El pilar más transcendental para la construcción del estado espartano fue el fomento de una disciplinada educación, la agogé, recogida en la propia Constitución. La educación espartana estaba basada en las enseñanzas militares, pero también culturales, y tenía un programa preciso que debían cumplir todos y cada uno de los nuevos espartanos. Plutarco resume este aspecto en su obra «Vida de Licurgo»: «a leer y a escribir aprendían porque era necesario, pero todo el resto de la educación tenía como meta obedecer disciplinadamente, resistir las penalidades y vencer en la batalla».

De este modo, y tras su nacimiento, los niños crecían en el hogar familiar con sus madres hasta cumplir la edad de siete años. A partir de este momento, y hasta los doce años, recibían una educación en comunidad donde por primera vez tomaban contacto con sus compañeros. Pasada esta primera etapa estaban preparados para su educación particular: aprendían a leer, a escribir, gimnasia, música, y técnicas de lucha y manejo armamentístico; esta fase educativa estaba dirigida por un paidónomos o maestro. En este punto eran entrenados para soportar toda clase de privaciones y se les enseñaba a endurecerse y valerse por sí mismos. Todo ello no se lograba sin una férrea disciplina y un estricto control por parte de los denominados como Martongorofoi (los que impartían castigos), y los Eirenes o vigilantes.

Desde la infancia eran iniciados en ritos ancestrales, cuyo único fin era el de crear fuertes guerreros espartanos. Una de estas acciones rituales tenía lugar ante el altar de la diosa Artemis Orthia y consistía en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre niños de la misma edad. Como si de un juego se tratase, un único niño debía enfrentarse a su grupo de compañeros para conseguir tomar unos quesos del altar de dicha diosa. En una lucha entre combatientes de la misma edad Plutarco describe en su obra “Vida de Licurgo” esta prueba de resistencia: «… He visto a muchos de ellos morir bajo el látigo ante el altar de Artemis Orthia».

De gran dificultad también debieron ser las pruebas que habían de superar los jóvenes espartiatas en los festivales de las Gimmopedias, donde aguantaban ejercicios y largas estancias a pie bajo el sol. Los maestros de los adolescentes espartanos tenían la doble misión de formar hombres preparados para la profesión militar, al mismo tiempo que debían inculcarles el sentido de la obediencia, de la camaradería y del servicio de la comunidad hasta la exaltación, una filosofía educativa que describe, de nuevo Plutarco en su obra “Vida de Licurgo” con estas palabras: «Acostumbraron a los ciudadanos a no querer y a no saber vivir solos, a estar siempre como las abejas, unidos, para el bien público, en torno a sus jefes».

La segunda etapa, o eireinado, de aprendizaje individual perseguía ensalzar las habilidades de supervivencia. Cuando tenían veinte años estaban preparados para volver a la comunidad, para lo que debían elegir un grupo al que pertenecer. Cuando finalizaba este período, se escogía a unos cuantos jóvenes que formarían la institución secreta de la Criptía. Estos debían vivir apartados de la Comunidad y a partir de ahora entraban en una fase de entrenamiento extremo, pues debían convertirse en los mejores si querían formar parte de la élite como seguridad de los reyes o éforos, un cuerpo de guerreros que recibía el nombre de Hippeis. Según narra Escolios a Platón, en su obra «Las leyes», este entrenamiento consistía en: «Se alejaba a un joven de la ciudad y, durante todo ese tiempo, no debía dejarse ver pues debía errar por los montes y dormir en alerta para no ser sorprendido. No tenía servidor ni llevaba consigo provisión alguna. Debían partir desnudos, cada cual por su lado y tenían que pasar en tal situación todo un año vagando por el monte, viviendo de lo que pudieran, cazando o robando o como fuera y sin dejarse ver por nadie».

Transcurridas dos décadas de su nacimiento, y habiendo superado las diversas fases de la educación, los espartiatas tenían derecho a recibir como compensación una tierra para el cultivo (Cléros), participar en la educación de los nuevos espartanos y a formar parte de las reuniones comunitarias de los guerreros o sissitías, una especie de clubs privados de los que formar parte y pagar cuotas. Sin embargo, un espartano no era un ciudadano con plenos derechos hasta cumplir los treinta años; solo entonces se les permitía tener su propio hogar y participar activamente en la política por medio de la apella.

La educación de las mujeres distaba bastante de la educación anteriormente descrita, aunque es igualmente cierto que las mujeres espartanas no eran como las demás mujeres griegas, pues no fueron educadas para dedicarse en exclusiva al cuidado del hogar. Por el contrario, las mujeres de Esparta eran grandes intelectuales, pues se encargaban de la instrucción de los menores en poesía, música y ejercicios gimnásticos.

No obstante, la función principal de las mujeres en Esparta era la de traer al mundo a nuevos espartanos fuertes y valerosos, para lo que entendían que era primordial una completa preparación física de las madres. La inclusión de las niñas espartanas en el sistema educativo de los niños supuso también el entrenamiento físico. El legendario legislador espartano Licurgo recogió en sus leyes que las mujeres espartanas debían recibir un completo entrenamiento físico para conseguir desempeñar de la mejor manera posible su papel de madres y esposas, y dieran a luz hijos que aseguraran el futuro de la comunidad. Así lo afirma Jenofonte en su texto sobre la Constitución de los lacedemonios: «… considerando que para las mujeres libres lo más importante era la procreación de hijos, en primer lugar ordenó que el sexo femenino ejercitase su cuerpo no menos que el masculino, y un segundo lugar estableció para las mujeres, como también para los hombres, competiciones de velocidad y fuerza entre ellas, estimando que de unos padres fuertes nacen asimismo hijos más robustos».

Especialistas posteriores añaden a la idea de la ejercitación física de las mujeres no sólo el objetivo de traer al mundo a los futuros hijos de Esparta, sino también la idea de que el ejercicio físico era bueno para las mujeres como entes independientes. Sobre este aspecto nos habla Plutarco en su «Vida de Licurgo», quien según este último: «las jóvenes ejercitarán su cuerpo en la carrera, la lucha y el lanzamiento de disco y jabalina, pensando que, si el enraizamiento de los embriones se produce en la sólida base de un cuerpo robusto, su desarrollo será mejor, y que las propias mujeres, si se enfrentan a los partos en buena forma física, combatirán bien y con facilidad los dolores». Además de los beneficios señalados por Jenofonte y Plutarco, las mujeres espartanas que recibían un buen entrenamiento podrían aportar ventajas a su hogar tras su matrimonio, pues «no dudará en llevar agua ni en moler a causa de los ejercicios físicos hechos desde su juventud».

De este modo, las mujeres espartanas estaban mucho mejor integradas en sus comunidades que muchas otras mujeres de otras regiones, pues tenían permitido convivir con sus compañeros masculinos en igualdad. Afirmación que recoge Cicerón en su texto «Tusculanas»: «Así pues, quienes dieron a Grecia la forma de sus sistemas de gobierno, quisieron que los cuerpos de los jóvenes se hicieran más fuertes mediante el esfuerzo. Eso los espartanos lo trasladaron también a las mujeres, que en el resto de las ciudades llevan una vida muy blanda y viven ocultas a la sombra de las paredes. Los espartanos, en cambio, no quisieron que ocurriera nada parecido entre las muchachas espartanas, que tienen más interés por la palestra, el Eurotas, el sol, el polvo, el esfuerzo, los ejercicios militares, que por una fertilidad bárbara». Esa ejercitación física y esa vida al aire libre convirtieron a las jóvenes espartanas en las mujeres más sanas, y también más hermosas de la antigua Grecia, según los autores antiguos.

Efectivamente, podemos afirmar, basándonos en las fuentes antiguas, que los jóvenes y las jóvenes espartanas “se ejercitaban juntos”, el mismo Filóstrato, en su obra «Sobre la ejercitación física», utiliza el verbo syngymnázomai (practicar el deporte juntos) para referirse a los jóvenes espartanos que contraen matrimonio. Esta expresión ha sido interpretada en algunas ocasiones como que la educación física en Esparta era mixta, es decir, que ambos sexos se ejercitaban juntos, entrenando y compitiendo unos contra otros. No obstante, la mayoría de los estudiosos opinan que esas expresiones pueden interpretarse perfectamente en el sentido de que chicos y chicas compartían los mismos lugares de entrenamiento, pero eso no significa necesariamente que entrenaran juntos. En todo caso, ya se entrenarán juntos o separados, el hecho de que practicaran el deporte en el mismo lugar probablemente sea suficiente para seguir manteniendo la existencia de una función erótica del deporte espartano, que pretendía la interacción entre los posibles futuros esposos.

Las mujeres espartanas no recibieron, al contrario que sus compañeros varones, entrenamientos directamente relacionados con el mundo de la defensa y ataque militar, pero estarían igualmente preparadas para alzarse en armas si la ocasión lo requiriese. Licurgo «ordenó que el sexo femenino ejercitase su cuerpo no menos que el masculino», lo que nos indica que la educación física de las jóvenes espartanas comprendía un amplio espectro de disciplinas. Parece claro, que mientras los jóvenes espartanos estaban en su periodo de hermanamiento, las espartanas practicaban la danza, por supuesto, la carrera pedestre, juegos de pelota, y la lucha. Posiblemente también practicaron los lanzamientos de disco y jabalina, y con seguridad el salto. Algunos testimonios invitan a pensar que también podían haber practicado la natación e incluso la equitación. En cambio, las disciplinas más violentas, el boxeo y el pancracio, parece que no formaban parte del entrenamiento físico de las espartanas, ya que únicamente el poeta latino Propercio les atribuye la práctica de estas especialidades junto con la caza y el entrenamiento militar, en un intento de presentarlas idealmente como una especie de Amazonas.

Tras estos años de entrenamiento y de juventud las mujeres espartanas debían también enfrentarse a la vida familiar, que para estas mujeres era casi inexistente, pues los hombres pasaban la mayor parte del tiempo con sus compañeros de hermanamiento en las milicias. Esto redundó positivamente en las mujeres, pues les ofrecía libertad propia e independencia frente a sus maridos, además de ser las encargadas de mantener la economía común. Ahora bien, y para finalizar, debe aclararse que la institución del matrimonio era sumamente importante, pues mediante esa unión el estado se aseguraba la procreación de nuevos espartanos, es decir, de nuevos guerreros.

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Pablo Rodrigo Motos

Soy Pablo Rodrigo, autor de la comunidad epoje.es. He estado trabajando en el mundo del tarot durante casi 14 años, y quiero compartir todo lo que he aprendido con los demás.

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