La mitología cretense (I): iconos, símbolos y danzas

El panteón minoico

Cuando se aborda el tema de la religión y de los dioses que conforman el panteón minoico debe hacerse siempre una primera reflexión, ¿nos encontramos ante una sociedad politeísta o monoteísta? Dar solución a esta cuestión es el principal problema para poder comprender, en última estancia, cómo funcionaba la mitología de la cultura minoica. Durante largos años los estudiosos del mundo micénico han debatido sobre esta cuestión, sin llegar a una solución unánime que confirme la religión minoica como monoteísta o politeísta, pero en la mayoría de los casos, basándose en los vestigios arqueológicos, se tiende a identificar a esta cultura como politeísta.

Los defensores del monoteísmo, hace algunas décadas, lanzaron la que podría ser la teoría definitiva, se forjaba en la comparación y búsqueda de analogías con las otras culturas desarrolladas durante la Edad de Bronce, pero a su vez aportaban testimonios originales cretenses. De este modo, todo apuntaba a una estructura jerarquizada en cuya parte más alta se encontraría una gran deidad femenina de la naturaleza, que estaría acompañada por su paredro masculino (siempre de inferior condición), está sería la heredera directa de la Diosa Madre del Neolítico. La función de esta gran deidad femenina era variada, pues asumía unas u otras funciones con relación a las exigencias de las circunstancias, también podía tener diversas formas de representación, estas dependían de la localidad en la que se le rindiera culto. Todas estas diosas femeninas de las localidades, con sus características propias, serán utilizadas para conformar unas deidades diferentes entre sí, de modo que así se justifica la pervivencia de nombres de origen pregriego que, con el paso de los siglos, adquieren una personalidad propia, que posteriormente conformarán a las heroínas y diosas menores de la mitología griega.

Las reacciones ante esta novedosa teoría no se hicieron esperar, pues sus detractores apuntaban a que existen diferencias palpables entre dioses. El contraargumento defendió una pseudo dualidad divina, es decir, se establecía una división entre los dioses de la naturaleza y los dioses domésticos. Otra de las reacciones a esta teoría fue, la de la defensa del politeísmo, alegando que la civilización minoica, y citando como ejemplos a los restos arqueológicos, tuvo deidades suficientes para establecer un panteón minoico, aunque no se pudiera entender cómo funcionaba este a nivel jerárquico y estructural.

Actualmente, parece que el consenso entre los investigadores en la cultura minoica sigue sin darse, porque sería absurdo suponer que cualquiera de ambas teorías es la real. Aunque todas las pruebas materiales apuntan a esta civilización como politeístas, también es cierto que la iconografía de estas figuras no establece unos parámetros de repetición fijados que nos puedan indicar una constante en alguna imagen, por lo que es difícil encontrar una deidad que porte siempre los mismos atributos o que los haga plenamente suyos; además debemos sumare el carácter simbólico de muchas de las representaciones de culto, las cuales se repiten sistemáticamente, pero de las que no tenemos una certeza absoluta de lo que representan. Además debemos sumar a todas estas incógnitas la falta de unas pruebas documentales, por lo que tendremos que esperar a que las investigaciones futuras den una solución, posiblemente gracias al desciframiento de la escritura cretense y a la posterior lectura de los documentos literarios conservados.

No obstante, si algo es seguro es que el panteón minoico estaba custodiado y dominado por deidades femeninas, y que la función de las deidades masculinas no era otra que de ser acompañantes o estar siempre en un rango inferior. Las deidades masculinas en Creta tenían poca acción, pero si además le sumamos las pocas representaciones de estos, nos encontramos ante un conflicto iconográfico de identificación, de manera que una misma figura puede ser un devoto, un sacerdote, un rey o un dios. Una de estas deidades masculinas fue el denominado como “Señor de los animales”, posiblemente el más importante de ellos, surge siempre en un juego escenográfico donde una figura masculina aparece entre dos fieras enfrentadas en posición de dominio. Estas fieras, han sido calificadas como genios o daimones. Actualmente, aunque la denominación permanece se les ha quitado la condición de seres divinos, por lo tanto se les entiende como seres que se encargar de la realización de los rituales en sustitución de los seres humanos, son una especie de avatares rituales. Estos daimone o genios no tienen rasgos espantosos, pues su función es al de servir a los dioses, por lo que también se han relacionado estas figuras con sacerdotes enmascarados; posiblemente estas mascaras representaran animales y fueran fruto de la celebración de unos rituales concretos, de los cuales no sabemos nada en la actualidad, y por tanto no podemos entenderlos iconográficamente hablando.

El universo minoico es un universo plenamente femenino, así queda atestiguado por el gran número de representaciones de diosas que hemos conservado. Debido a que no tenemos fuentes documentales literarias, los nombres de estas diosas son hoy en día un misterio, aunque se pueden intuir algunos de ellos por haberse conservado casi de forma opaca en la mitología griega. El nombre por el que se conocen a estas diosas es el que dan sus características iconográficas: la “Señora de los animales” (Potnia theron), mucho más importante que su paralelo masculino, aparece sobre todo en objetos relacionados al mundo sacro y por lo tanto con estos rituales; la “Diosa de la Montaña”, responde a la escena de una mujer alzada sobre una cima de montaña; esta deidad y su forma de representación nos ayudan a entender la funcionalidad de los santuarios de montaña que tan importantes fueron para la religiosidad de creta; la “Dama del árbol” es otra deidad femenina vinculada al mundo de la naturaleza, de ahí su estrecha relación con el árbol, un elemento entendido como ser particular de culto o más bien como lugar de culto. Es decir, el árbol supondría un lugar donde realizar el culto, al contrario de lo que defendió Arthur Evans, quien vio en el árbol a una divinidad más; por último, y como una de las formas con las que más aparece presentada una divinidad femenina es la conocida como “Diosa de las serpientes”, según han apuntado algunas teorías, podría no ser una diosa si no la representación de unas sacerdotisas que portan a la deidad que estaría metamorfoseada en la serpiente. Esta teoría no es poco acertada si tenemos en cuenta que en el mundo minoico la serpiente se relaciona con los cultos domésticos y su repetición se difunde sobre objetos de culto, por lo que podría ser una entidad divina propia, un dios.

La religión minoica fue una religión que se nutrió de la influencia de las estructuras religiosas del Neolítico, y así ha quedado demostrado si tenemos en cuenta: el protagonismo de las divinidades femeninas, la definición de una jerarquía divina dominada por una Diosa Madre centro único del culto, y las numerosas referencias a atributos naturalistas. Estas dos últimas características dan lugar a la consideración de que en la religión minoica tenían lugar ritos agrarios cuyo fin último era el de la fecundidad de la tierra y las abundantes cosechas.

Evidentemente, y tomando como influencia principal las religiones y cultos de las culturas orientales, en Creta existió una Gran Diosa/Madre de la Naturaleza, que según parece se unía en un matrimonio sagrado periódicamente con un dios masculino que respondí a las mismas características; el fin de esta unión no era otra que el de la fecundidad de los campos. Esta imagen de unión cíclica entre ambas deidades responde al esquema de los ciclos vegetativos de producción de cultivos, como no podía ser de otro modo, la Gran Diosa/Madre desaparecía durante el invierno para renacer con la estación primaveral, acto que se complementa con la misma vida del dios masculino que muere y resucita dependiendo de la necesidad de la diosa.

El paredro de esta Gran Diosa/Madre es una deidad de género masculino, que según algunos investigadores podría relacionarse con un dios antiguo que responde al nombre de Velkhanos, pero que la tradición lo identifica con Zeus, nacido, de igual modo que el dios griego, en la isla de Creta, además iba acompañado de unos seres/sacerdotes, los Curetes, que danzan y saltan a su alrededor. Estas figuras en acción se corresponden con la acción propia de la fertilidad de los campos, pero también como representación de la fertilidad de los ganados y los hombres. Dentro de la realidad histórica, aun en tiempos de los antiguos cretenses, estos habían señalado la tumba del dios Zeus en la misma isla de Creta, haciendo aún más potente la idea de la muerte y el renacimiento de este dios. Pero es cierto que actualmente no han quedado vestigios arqueológicos que nos confirmen la existencia de estas prácticas religiosas y rituales, pero responden con acierto a un acercamiento religioso muy probable.

Los símbolos sacros

Si las representaciones de las figuras de los dioses, de los cultos y de su mitología es muy poco frecuente en Creta, como compensación su simbología es mucho más rica y abundante. Fue gracias a la interpretación de los símbolos por lo que sabemos cuáles eran las formas por las que la sociedad micénica se conectaba con su divinidad o divinidades. Era a través de los símbolos como se podía percibir la presencia de un dios de la manera más cercana, y para los creyentes minoicos esta se desarrolla de la manera más simple, a través de las epifanías. Debido al problema de la falta de conservación de documentación, las listas que han elaborado los mitólogos en relación con el significado de cada símbolo no son del todo completas, y por tanto debemos ser conscientes de sus limitaciones, pues solo se han podido entender a la perfección los símbolos más importantes, y por tanto más utilizados.

El toro es uno de los animales que más veces se ha señalado en relación a la religión minoica, pero las funciones que se le atribuyen han sido dadas por la historiografía de una manera equivoca. Casi desde el comienzo del descubrimiento de Creta se difundió la idea de un culto al toro, pero nada más lejos de la realidad, pues no se han encontrado evidencias documentales o arqueológicas que atestigüen estas prácticas sacras. Pero sí fueron símbolos algunos atributos del toro como los bucráneos, identificados con un sentimiento religioso muy intenso, pues según parece es un símbolo aportado por las influencias de Anatolia; el ejemplar más antiguo de símbolo de bucráneo tiene su origen en Çatal Höyük, desde donde a través de Chipre se trasladaría a Creta. Este símbolo fue tan importante que quedo prefijado en la civilización palacial y durante el minoico medio y el paso de las estéticas artísticas sufrió una estilización geométrica progresiva que termino en el simbolismo de los cuernos. La importancia de la cornamenta como símbolo divino deriva del valor que el toro incorporaba como expresión de la fuerza productora, de manera que los cuernos vienen a representar el carácter itifálico.

Vinculado estrechamente a este animal aparece otro símbolo muy importante no solo para la religión de Creta sino para toda su cultura, se trata del símbolo de la Doble hacha. Del mismo modo que sucedía con los cuernos, el simbolismo de esta hacha también puede estar relacionado con una influencia oriental, dado que se han encontrado objetos similares en el Norte de Mesopotamia, en Arpachiyah, introduciéndose en Creta a comienzos de la Edad de Bronce; también se han encontrado algunos ejemplares en Anatolia, donde aparecen siempre vinculadas a un dios masculino que lo lleva consigo, llegando a entenderse este objeto como un rayo, un objeto que resulta muy familiar si se asocia a una deidad masculina.

Pero en Creta no parece ser que el símbolo de la Doble Hacha esté relacionado con estos conceptos, pues de nuevo aparece vinculada a una divinidad o figura femenina, y además esta provista de caracteres que la relacionan con el poder político y por lo tanto, indiscutiblemente está en relación directa con un contexto religioso, pues debemos recordar que religión y poder son un único en la sociedad minoica. Por otro lado, casi el 80% de los ejemplares que se conservan están realizados con metales preciosos, entre los que destacan los realizados en oro y plata, un hecho que ha llevado a los especialistas a pensar que su función debió ser meramente ritual, o a actuar como símbolo de la deidad, es decir, como representación de esta. La relación directa entre el hacha y el toro se potencia al conocerse la utilización de estos objetos como instrumentos fundamentales en los ritos de sacrificios sagrados de toros. Los dos elementos en su forma más geométrica y estilizada son con mucha diferencia, los símbolos más transcendentales de la religión minoica, y no fueron para los antiguos solo eso, sino que además eran los portadores de la esencia de los dioses en presencia de los humanos.

Elementos del culto

La mitología minoica se desconoce casi por completo, en parte por la falta de unas fuentes documentales, cultas o literarias que nos narren las historias, pero en cierto modo se puede intuir gracias al estudio de la iconografía de sus objetos y representaciones artísticas. Respecto a los cultos y el modo en que se celebraban también han sido estudiados a través de la iconografía, y las especialistas han concluido que existieron dos tipos de celebraciones culturales en relación con cultos: las danzas y las procesiones. Ambas aparecen indistintamente tanto en objetos menores como en los frescos monumentales de los palacios. De nuevo será la mujer la que tome un protagonismo en las escenas, y como diosa, o simple devota va a predominar ante los varones. Pongamos como ejemplo una de las pinturas parietales encontrada en el palacio de Cnosos que se realizó en fresco, ha sido titulado como “fresco de la pasión”, la escena representada se argumenta a través de una figura central femenina que parece encabezar una procesión, siguiéndola encontramos unas figuras masculinas y femeninas, que se han identificado como “servidores y portadores de los objetos de culto”. Lo más importante de esta representación es el protagonismo de la mujer, una idea que se repite en toda la religión minoica, pero concretamente esta escena fue muchas más veces representada en otros objetos como los anillos y los sellos, lo que nos habla de que es una escena tan común a la sociedad que no necesita de una explicación, está impregnada en la memoria colectiva.

La danza utilizada en los rituales de culto o siendo esta un mismo ritual es un fenómeno bastante repetido en las imágenes de culto pues encontramos su representación figurativa en lugares como: Isopata (cerca de Cnosos) en un anillo de oro, donde aparece un grupo de danzantes femeninas, entorno a una imagen de una diosa femenina que lleva un ropaje diferente a las danzantes que además está situada en la parte central, como suspendida en el aire. Los iconógrafos, expertos en descifrar este tipo de imaginería, nos cuentan como esa figura femenina central puede ser la encarnación de una diosa, que asistiría a la invocación de sus devotas, las cuales posiblemente danzarían poseídas en un estado de éxtasis. Esta aparición de la divinidad a sus fieles constituye quizá uno de los rasgos más peculiares y característicos de la religión minoica, pues el mundo divino parece pertenecer a la cotidianidad de la sociedad. Por lo tanto, sus dioses no se entienden como seres superiores y alejados del mundo que miran a sus criaturas desde la altura de la bóveda celeste, sino que conviven con los seres humanos en momentos determinados de celebraciones religiosas o rituales donde son necesarios. Pero estos dioses metamorfos no solo se aparecen en la forma humana, sino que también pueden aparecerse en su versión animal, y así es como han consensuado los iconógrafos y estudiosos de la religión la representación de pájaros en escenas de festejos religiosos.


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Pablo Rodrigo Motos

Soy Pablo Rodrigo, autor de la comunidad epoje.es. He estado trabajando en el mundo del tarot durante casi 14 años, y quiero compartir todo lo que he aprendido con los demás.

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